EDITORIAL
Josep Maria Bartomeu da por cerrada la crisis en la junta directiva del Barcelona, por lo menos estatutariamente. El presidente está a la espera de los resultados de la auditoría que está realizando PriceWaterhouseCoopers para conocer qué sucedió realmente en el RedsGate, que a su vez provocó el motín de varios directivos y amenazó con más inestabilidad si Bartomeu no daba con al menos un nuevo miembro para satisfacer los catorce que exigen los estatutos, como así ha sido.
El elegido es Jaume Carreter Felip, miembro activo del club desde que en 2015 se integrara en la comisión social para acabar dando el salto a la junta, donde se ocupará de los deportes amateurs. Su incorporación no modifica ni un poco la hoja de ruta que pueda tener Bartomeu en su último año de mandato, que debe concluir en junio de 2020 sin poder optar a la reelección al estar cumpliendo su segundo mandato. Si acaso, la llegada de Carreter le permitirá concluirlo.
De todas formas, la cuestión que provocó las dimisiones y la reciente incorporación de Carreter está lejos de ser una historia cerrada pues Bartomeu, a pesar de haber purgado su junta de desleales, todavía no ha sido capaz de convencer a buena parte de la opinión pública en cuanto a su desconocimiento de las actividades de I3 Ventures. Y cabe no olvidar cómo dentro de tan escueta junta todavía existen miembros de peso que le pidieron a Bartomeu renunciar hace pocos días. Es decir, que esta batalla la ha ganado Bartomeu pero la guerra no se resolverá hasta que la auditoría sea pública. Y también está por ver si lo hace entonces.
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