Los chicos de Nagelsmann van asentándose en Europa jugando Champions y siendo uno de los punteros de la Bundesliga.
A todo seguidor del fútbol le apasionan las historias de clubs que, desde las profundidades de este deporte, consiguen escalar hasta llegar a la élite. Sin ir más lejos, en España está el ejemplo del Real Club Deportivo Mallorca, que ha pasado de estar en Segunda B a militar en LaLiga Santander en un periodo relativamente corto, dos años. En Inglaterra está el Sheffield United, que desde 2007 -año en que descendió de la Premier League- ha estado vagando entre Championship y League One hasta 2019, el año de su retorno al olimpo del fútbol inglés. No obstante, hay historias y hazañas que no suscitan el mismo encanto entre los amantes del balompié por lo que entrañaron en su momento, por la forma en que se desarrolló y por las consecuencias que trajo. Es el caso del RB Leipzig, la última perla del fútbol alemán y europeo.
El equipo sajón no es del agrado de gran parte del fútbol alemán, pues la mercantilización de un club de fútbol atenta, según algunos feroces críticos, contra los valores básicos de este deporte. Red Bull revolucionó el panorama germano cuando compró la plaza del SSV Markranstädt, que por aquel entonces militaba en la quinta división alemana, la Oberliga Nordost Süd. El magnate de las bebidas energizantes, Mateschitz, centró su afán expansionista en el país teutón a raíz del rutilante crecimiento que tuvo otra de sus ‘compras’ por el continente europeo, el RB Salzburgo, un habitual de competiciones continentales. A tenor de lo expuesto, estaba bien claro la razón de ser de este renovado SSV Markranstädt, ascender a la Bundesliga y consagrarse.
Lo cierto es que los dueños de Red Bull, ni en sus mejores sueños, pudieron imaginar un ascenso tan fulgurante. Si el club llegó a la vida en 2009 y debutó para la 2009/10, solo tardó un año en arribar a cuarta división, a la que llegó tras liderar su periplo en quinta. Si el ascenso a la Regionalliga se produjo a la velocidad de la luz, la llegada a la tercera división tuvo que esperar. Con Ralf Rangnick todo cambió. Tras dos años, en 2013 alcanzó lo que tanto se añoraba. Ya en el Red Bull Arena -estadio que en su día se usó para el Mundial de Alemania 2006- se terminó de obrar el milagro y de cumplir las expectativas de los dirigentes de Red Bull tras subir a la Bundesliga 2 y a la Bundesliga en 2014 y 2016 respectivamente.
Si bien el estilo de juego del Leipzig en bien conocido, su política aún más. Desde su nacimiento, ha basado su existencia en la firma de jóvenes promesas a las que formar y con la que crecer. Los mejores ejemplos son los de Timo Werner -uno de los delanteros más codiciados de toda Europa-, Emil Forsberg, Sabitzer o la última perla que ha incorporado recientemente: el español Dani Olmo. Sin embargo, uno de los puntos que más chirria acerca de la estructura del Leipzig es la cantera y su asociación con otros clubs. La manera de funcionar de Red Bull con entidades futbolísticas reside en la compra de muchos equipos y unirlos entre ellos mediante cesiones o traspasos por cantidades muy pobres de dinero. Así llegó Naby KeÏta al equipo sajón. El actual jugador del Liverpool llegó a la Bundesliga tras abandonar la liga austriaca, donde jugaba en un RB Salzburgo que abandonó por una cantidad cercana a los treinta millones.
Pese a las dudas sobre si participaría en la Champions por el hecho de compartir dueño con el Salzburgo y por tener una gran parte de sus acciones distribuidas en una persona jurídica como Red Bull -lo cual prohíbe taxativamente la UEFA-, el RB Leipzig ha llegado donde está por sus méritos en el verde. Al igual que el Hoffenheim, no gozará de una popularidad masiva, pero su crecimiento es inexorable y sus metas no se centran en salvarse.
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