El partido comenzó como esas series cuya primera escena te impacta pero que luego pierde interés por la sencillez del guión. Lo más interesante del primer acto ocurrió en los primeros 112 segundos de encuentro y tuvo como protagonista principal a Awaziem. El central del Leganés estrelló un cabezazo sobre el cuerpo de Salisu en la primera jugada del partido, pero ni el trencilla ni el VAR estimaron que hubira penalti por más que lo pidieran los jugadores locales; en la siguiente jugada, el nigeriano cometió un fallo infantil con una cesión absurda con la testa a un Cuéllar que había salido del área para despejar en largo. Regalo para Ünal, que se encontró con un balón para él solito y una portería vacía donde alojarlo. Dicho y hecho.
Aguirre movió el banquillo para meter sobre el verde toda la pólvora que había dejado en el banquillo (grada, en el caso del nuevo fútbol). Dio entrada a Assalé, Bryan Gil, Ruibal, Guerrero y hasta el joven Avilés en los últimos minutos. Metió una marcha de más al choque y jugó a un correcalles peligroso sabedor de que era todo o nada. Logró el objetivo a medias. Salisu cometió un penalti sobre Assalé en el tramo final del encuentro y Óscar Rodríguez no falló desde los once metros. Cinco minutos (y otros cinco de añadido) daban picante a un encuentro que lo adoleció hasta entonces.
El conjunto local lo intentó con más corazón que cabeza, pero no hubo grandes ocasiones que reseñar en el área de un Valladolid que hizo de su defensa un muro infranqueable. Masip tendrá que invitar a una cena a sus compañeros por hacerle un mero espectador de un partido en el que seguro soñó con más batalla. Y los tres puntos, que esos sí, van camino ya de Pucela...
Nenhum comentário:
Postar um comentário