quinta-feira, 26 de abril de 2018

Los colchoneros -Orgullosos de nuestros jugadores

El fútbol es alegría. El fútbol es sufrimiento. El fútbol es lírica. El fútbol es épica. El fútbol son 80 minutos para héroes, con uno menos en la guarida del lobo. El fútbol es el orden, el sacrificio, la solidaridad... y que el balón no te dure dos segundos. El fútbol es la luz al final del túnel: ese pase largo de Giménez, esa carrera de Griezmann, esa pifia de Koscielny, esa parada de Ospina, ese balón que queda muerto y al que vuelve a llegar Antoine en lo que resbala Mustafi... El fútbol es que te acompañe durante apenas unos segundos todo el azar que te había traicionado antes. El fútbol es el definitivo toque del 7. Y la pelota que entra. Y 1.500 tíos llorando en la grada. Y Giménez que llega de los primeros al festejo siendo de los que más lejos estaba. El fútbol es emoción, carajo. El fútbol es un 1-1 en el Emirates que sabe a miel. El fútbol es resistencia. Que pase lo que tenga que pasar en el Metropolitano, pero el fútbol es maravilloso. Cuando se gana, cuando se pierde... y sobre todo cuando se empata.
El Atlético, se dice pronto, jugó desde el minuto 9 con uno menos, pero conviene atender al contexto antes que a la jugada en cuestión: un entrenador francés legendario, pero sin título europeo, anuncia que dejará el equipo en el que ha permanecido más de dos décadas, no sin antes jugarse un último título europeo. La UEFA, siempre atenta y sin necesidad de disimular, designa para el siguiente partido del susodicho un árbitro francés. Aquello de piensa mal... luego, para que todo quede en casa, los dos goles de la noche tendrán firma gala.
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Gol de Lacazette (1-0) en el Arsenal 1-1 Atlético
Atendamos ahora a la jugada: Vrsaljko, que se maneja con tarjeta prácticamente desde que ha empezado el partido, porque una torpeza precisamente de Giménezy un resbalón propio se alían para que cometa la primera infracción, anda mucho más lento que Lacazette en la búsqueda de un balón que aún circula por la parcela del campo que defiende el Arsenal. Total: que pisa al punta rival. Es la segunda falta y es la segunda amarilla. A la calle. Ni diez minutos se han jugado. Simeonese desespera en la banda, porque Simeone, como nosotros, lleva toda la vida observando fútbol de competición europea, en el que se advierte una y mil veces antes de tomar cualquier medida drástica. Sime será la excepción que confirma la regla, mira tú qué cosa. El rojiblanco, mal; el del silbato, muchísimo peor.
La siguiente falta que haga el Arsenal será reclamada por El Cholo con mucha más vehemencia de la que merece la acción, con la consecuencia de que Turpin, que así se apellida el interfecto, vuelve a sacar el arma de la cartuchera: otro expulsado. Si no los tenía antes, el técnico del Atlético ofrece al trencilla mil razones después. En forma de insultos variados, que no solucionan, pero desahogan. Toca buscar plaza en el palco. De pie, dando paseos, haciendo gestos, viviendo el fútbol... Toca que inicien su particular partido el director de comunicación y el jefe de seguridad, trasladando órdenes, procurando que nadie moleste al jefe y acompañándolo en el festejo del gol. En este Atlético todo el mundo juega. Ay del que no lo haga. Curiosamente, volviendo a lo Turpin, no habrá una tarjeta más en toda la noche. Curiosamente.
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Gol de Griezmann (1-1) en el Arsenal 1-1 Atlético
Ahora, el fútbol. Puede que nada de lo relatado hubiera sucedido si el equipo rojiblanco no perpetra esos minutos iniciales que pasan desde ya a la historia universal de la infamia. Si la primera pérdida provoca la primera cartulina, después vendrá otra lluvia de pelotas extraviadas sin razón aparente para ello. Así que, para cuando su equipo se queda con diez, Oblak ha hecho acto de presencia ya, con una que saca a Lacazette. El punta del Arsenal gana casi todas las pelotas que caen en el área rival: la primera la echa fuera, la segunda es la que por ventura desvía Jan.
El portero se gusta poco después, desviando con el pie otra de Welbeck. Los 'gunners' danzan bajo la dirección de Özil en lo que el Atlético se reestructura: Thomas al lateral, Koke al doble pivote, Griezmann como interior, Gameirocomo único punta... aún tendrá otra Monreal, que se marcha fuera como podía marcharse dentro, pero algo está sucediendo sobre el césped: la inferioridad numérica no sienta tan mal y el Atlético, aunque sea por un rato, merodea la portería de Ospina. Tiene dos Griezmann, pero no hay suerte.
La escuadra rojiblanca vive otro calvario en el segundo acto. La pelota es monopolio local y, aunque no lleguen las ocasiones, el partido se juega en el balcón del área rojiblanca. Ahí la pierde Grizi, el fútbol es así de puñetero, para que Wilshere la ponga desde la izquierda y Lacazette la remate poderoso de cabeza. Se veía venir, pero duele el gol. Aparece Gabi por Gameiro, para que se adelante Antoine; aparece Savic para ocupar el lateral y adelantar de nuevo a Thomas; aparece Torres... no, aún no: cuando está a punto de hacerlo la pone larga Giménez. Y sucede lo que suele suceder en el fútbol: lo que nadie espera que suceda. Es el empate para premiar un ejercicio de supervivencia encomiable. Luego por fin sale El Niño. No es tan fácil tumbar a este Atlético. De hecho resulta casi imposible. Esta vez, ni a cañonazos.

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