La etapa del técnico asturiano marcó un antes y un después tras el ensalzamiento de Pep Guardiola y su sextete. Luis Enrique desembarcó en el feudo azulgrana tras dirigir desde la zona técnica una de las mejores temporadas del Real Club Celta de Vigo y el equipo ganó en eficacia y competitividad, volviendo a demostrar hambre de triunfos sobre el césped tras una etapa resacosa.
Temporada 2014/15. El Fútbol Club Barcelona estaba encallado en una etapa complicada, marcada por la resaca creada por la salida de un Pep Guardiola que dejó el listón bastante alto en la zona táctica poniendo rumbo a territorio bávaro. Esa salida fue la que dejó un resquicio a buscar en el mercado a un técnico que prorrogara el festín de títulos que el de Sampedor protagonizó alcanzando el sextete y haciendo historia. A la vez, fue un problema para la directiva y la secretaria técnica, que se vieron abocadas a mover ficha a contrarreloj para mantener la línea. En el horizonte, los "parches" de la casa, fieles a la filosofía que había respetado el técnico catalán, supusieron el inicio de una tregua hasta que el nuevo dueño del banquillo volvería a recobrar el color del graderío del Camp Nou, con hambre de más éxito.
Tras las tomas de relevo de Tito Vilanova, que no pudo continuar dirigiendo al equipo por su enfermad y Gerardo Martino, se produjo el desembarco de Luis Enrique Martínez, que llegaba de dirigir desde la zona técnica una de las mejores temporadas del Real Club Celta de Vigo. Esa llegada sorprendió al barcelonismo, pero con el paso del tiempo, impregnó de eficacia y competitividad el juego de un equipo que, hasta ese momento, había estado sumido en la búsqueda de rumbo fijo. Fue el 19 de mayo de 2014 cuando el técnico asturiano pisó por primera vez el césped del feudo azulgrana como nuevo técnico de la primera plantilla y a raíz de ahí, comenzó a saciar las ganas de títulos de los aficionados, con altas expectativas en su figura y en su planteamiento. Ahí comenzó el método guerrero y competitivo del actual seleccionador español.
Las ganas se denotaban sobre el terreno de juego. Más lucha por cada balón, más garra de cara a portería y un seguimiento ejemplar de la filosofía que Johan inculcó en su día con su 'Dream Team'. Luis Enrique encajó de maravilla en los planes del primer equipo y el Camp Nou volvió a vibrar bajo su batuta.
El fútbol del equipo confeccionado por el asturiano destacaba por su ambición, pero también vértigo y exigencia desde el inicio. Sin transiciones. Sin pausa. Sin tiempo. Y así, Luis Enrique logró encontrar la clave del éxito, que no tardaría en llegar en forma de títulos y lo hizo sintiéndose como un jugador más al verse reflejadas sobre él sus indicaciones. Ese método fue el que empezó a cautivar en Europa, que comenzó a temer que llegara la hora de defender ante esa firme propuesta.
Bien es cierto que el recorrido que tuvo que pasar el equipo azulgrana para llegar a la consecución de los tres títulos que conformaron el triplete no fue nada fácil. Fueron multitud de partidos y muchas más complicaciones. Fue un camino plagado de obstáculos y problemas ante los que Luis Enrique tuvo que reaccionar de cara a cumplir con las exigencias del barcelonismo. La sanción impuesta por la FIFA sobre Luis Suárez por el famoso mordisco a Giorgio Chiellini en el Mundial de Brasil obligó al asturiano a elegir entre la cantera. Munir El Haddadi y Sandro Ramírez subían del filial. Con el paso del tiempo y el uruguayo ya disponible, el conjunto azulgrana recobró la fuerza necesaria para colocarse en la primera posición de la máxima categoría del fútbol español. A raíz de aquí, el Fútbol Club Barcelona cosechó múltiples victorias en todas las competiciones y, algunas de ellas, fueron con goleadas firmadas por la temida 'MSN'. Leo Messi, Luis Suárez y Neymar guiarían a Luis Enrique hacia el éxito y Luis Enrique guiaría al equipo hacia la gloria pese a la situación de discordia que se vivió en Anoeta por las rotaciones y que derivó en el despido de Andoni Zubizarreta en medio de una polvareda levantada a causa de una sanción interpuesta por el fichaje de jugadores más jóvenes que lo permitido por las grandes entidades del fútbol.
Pese a los baches, el Fútbol Club Barcelona siguió ganando y lo hizo demostrando que se había convertido en uno de los mejores equipos del fútbol moderno. Las victorias cosechadas en el Clásico de la segunda vuelta liguera con un 2-1 en el marcador y ante el Club Atlético de Madrid en la fase final, el triunfo conseguido en las semifinales de la máxima competición continental con un Leo Messi que asumió el rol de buque insignia y la clasificación para la final de la Copa del Rey serían los tres prolegómenos de la apoteosis alcanzada y que se consolidó con el broche de oro en Berlín. Así, Luis Enrique seguía la estela de Pep Guardiola y se convertía en el segundo entrenador en conseguir el triplete en su primera temporada al mando del primer equipo.
Un adiós a lo campeón
Nadie puede negar que tras la consecución de ese triplete, Luis Enrique se coronó como uno de los técnicos más laureados de la historia del club. Hasta se despidió por todo lo alto con el título copero ante el Deportivo Alavés el 27 de mayo, en el último partido disputado en el Vicente Calderón del Club Atlético de Madrid y cerrando un ciclo triunfal con nueve de trece títulos posibles como capitán del barco azulgrana.
El asturiano supo decir adiós en el momento perfecto y hacía las maletas después de haberse proclamado campeón de todo y sin sucumbir ante lo irresistible que era alargar un ciclo y un estilo que seguía conformando un modelo incalcable.
Así se cerraba una etapa gloriosa. 181 partidos, 138 victorias, 21 derrotas, 22 empates, 519 goles a favor y 150 tantos en contra. Dos trofeos ligueros, dos trofeos en la UEFA Champions League, tres trofeos en la Copa del Rey, una Supercopa de España, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes comenzaron a relucir en las vitrinas del museo. Únicamente Pep Guardiola logró un desafío inédito en el club y en España. Ambos han terminado ocupando la cúspide de una clasificación de oro.
La época de Luis Enrique volvió a dejar el listón bastante alto con un balance superlativo. En todos los aspectos. Fue brusco, quizás desconfiado, algunas veces "desagradable" en la sala de prensa, partidario del blanco y negro, pero terminó siendo muy respetado porque siempre fue de frente. Con nobleza. Con tenacidad. Fue fiel a su estilo, a su manera de vivir y a su manera de disfrutar y todo eso se reflejó a pie de campo.
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