Existe una controversia en el fútbol capaz de poner sobre la mesa infinidad de polémicas: A la hora de establecer un diálogo comparativo entre hinchas de diferentes equipos, estos no solo recuerdan el mejor momento de su equipo como un memorable episodio, sino que lo toman como un pasaporte para no quedar en off side en la discusión. Esto le ha ocurrido a todo hincha xeneize a lo largo de este último lustro, donde tuvo que ver a River Plate atravesando el mejor momento de su historia, mediante el logro de casi todo aquello que se puede alcanzar.
Ubiquémonos en la frase “ganarlo todo”. Todo es todo. Jamás en la historia de este deporte ganarlo todo fue obtener la Libertadores. El mundo es consciente de la desigualdad económica entre los poderosos europeos y Sudamérica. Pero esto ocurrió desde siempre, y la única verdad pasa por afirmar que la Copa Intercontinental era, por diferentes factores psicológicos, más igualada que el Mundial de Clubes.
Al margen de esto, el resto de las justificaciones quedarían bastante inválidas, y si no que alguien lo desmienta: En aquel Milan del 2003 jugaban algunos como Paolo Maldini, Andrea Pirlo, Seedorf o Shevchenko entre otros tantos mitos del fútbol.
Sin embargo, el plan de Carlos Bianchi y compañía no fue ir de paseo, sino anular al equipo más poderoso del planeta por aquel entonces.
Fue un largo encuentro de 120 minutos sin grandes desigualdades. Un partido lleno de cautela con dos equipos arrastrando la gran responsabilidad de salir victoriosos.
El juego del equipo italiano fue de más a menos. Desde el inicio, los de Ancelotti buscaban mediante su enorme calidad en todas sus líneas, ejercer el exquisito juego que les había transformado en reyes de Europa. Con una defensa implacable, la recuperación sin dificultades, Pirlo como principal nexo del equipo y una ofensiva que aterrorizaba.
Pero enfrente estaba Boca, que más allá de comenzar el partido con mucha imprudencia y nerviosismo, pudo contener y separar las líneas del rival. De tal forma, fue como los argentinos se acomodaron a lo largo del partido, haciendo desaparecer durante gran parte del choque a la media cancha del rossonero.
Tras el empate a uno, se fueron al alargue en el que, con el ingreso de Carlos Tevez, Boca lo dominó por completo con la organización que en ningún momento perdió durante el partido, pero ahora con la generación constante de fútbol ofensivo, que terminaba chocando con el experimentado muro del fondo italiano.
El partido finalizaba y se venían los penales, una costumbre para Boca durante la primera década del siglo XX. Fue entonces como Abbondanzieri se hizo grande, Bianchi llamó al celular de Dios y la mitad más uno gritó dale campeón.
Aquella noche de diciembre quedará en la historia grande del fútbol argentino. Fue la última vez en la que una entidad de nuestro fútbol alcanzaba la cima mundial, la vez en la que el xeneize se proclamaba por tercera vez rey de verdad.
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