- El Betis, que mejoró esta vez con los retoques de Víctor, acaricia el empate en Bilbao, pero su fragilidad atrás vuelve a condenarlo.
- Marcaron Aduriz de penalti, Muniain y Rubén Castro.
Hay derrotas y derrotas, no todas tienen la misma lectura y alguna hay hasta con un poso dulce. Sobre todo si uno está dispuesto a encontrarlo. Haro y Catalán seguro que habrán hasta paladeado ese dulzor oculto bajo la amargura de la derrota en Bilbao. Porque el Betis perdió, sí, pero hizo sufrir al Athletic Club hasta que González González dio los tres pitidos finales. Los pupilos de Víctor Sánchez del Amo llegaron al tramo final del partido más enteros que los leones e incluso rozaron el empate con un disparo de Rubén Pardo, en el minuto 86, que se fue fuera por poco tras rebotar en la espalda de Yeray. No se trajo el Betis puntos para acabar en un puesto más decoroso esta Liga, pero en la valija de los intangibles algo sí que pudo meter: imagen, dignidad.
Las cuestiones inmateriales son las que marcan los días hoy en la actualidad bética. Hasta los puntos, en las cuatro jornadas que le quedan, le valdrán para eso, para las... sensaciones. Y es que los verdiblancos, ya salvados, acudían al Bocho con un incómodo papel de figurante. El que se jugaba algo era el anfitrión. Bueno, también Víctor. Y ganó el que se jugaba algo sobre la hierba y, en cierto modo, ganó –algo de crédito– el que se juega su futuro en el banquillo heliopolitano.
No han abundado en esta campaña los partidos en los que el estratega bético ha mejorado a su Betis con los retoques desde su área técnica. En pleno fragor y con las pulsaciones aceleradas. Una cosa es el planteamiento y otra la reacción. E incluso la improvisación. Y ayer, Víctor sí anduvo despierto cuando movió sus fichas sobre la marcha.
Si el madrileño mantuvo a machamartillo su sistema de cinco defensas en momentos de zozobra y crédito menguante, más razón para ser fiel a su credo con el objetivo de la permanencia en el bolsillo. Y salió el Betis con valentía. Como el que no tiene nada que perder. Porque ya no había nada que perder. Los laterales se ubicaron en el mediocampo del rival, Brasanac, Jonas Martin y Dani Ceballos trataban de hostigar al rayado en rojiblanco que intentaba sacarla jugada por abajo... Buenos propósitos con miras más allá de mayo.
Esa actitud osada, valiente, pudo ponerlo todo de cara para los verdiblancos si Jonas Martin no chuta tan centrado, con toda la ventaja y dentro del área, tras un buen servicio de Cejudo desde la derecha. Kepa Arrizabalaga agradeció el manso disparo del francés.
Para ser fiel a un guión repetido esta Liga, la puesta en escena fue más efectista que efectiva y el Betis empezó a mostrar las costuras. Sobre todo por el costado de Álex Martínez y José Carlos. Allá que se fue el lateral De Marcos a buscar a Markel Susaeta, su habitual compañero de andanzas en San Mamés desde hace ya muchos años. La disposición volcada de los béticos dejó aún más en evidencia la blandura de los cinco zagueros. Y si el Betis no se fue en desventaja a la caseta a descansar, fue de nuevo por la competencia de su guardameta Adán. Fantástico estuvo sobre todo en un mano a mano ante Aduriz (17’). Se le echó encima y lo dejó sin margen para burlar su salida.
Siete minutos después, Susaeta habilitó a De Marcos, que trazó una diabólica diagonal hasta la portería que acabó con la pelota estrellada en el palo izquierdo de Adán.
De ahí al intermedio, volvió a comparecer en la yerba ese Betis inocuo, sin un plan claro para darle verticalidad a su juego, en el que Rubén Castro acaba aislado y atribulado, Dani Ceballos no halla socios que lo entiendan y el juego acaba volcado, por pura inercia, hacia su portería.
Todo empeoró tras el descanso. Al tiro cruzado de Susaeta que se marchó fuera por poco le sucedió la jugada del penalti. Beñat dibujó un pase raso al espacio, Aduriz arrancó con Mandi y éste arriesgó al tirarse al suelo. El ariete, perro viejo viejísimo, buscó la pena máxima y la encontró. la transformó con un golpeo seco y duro a la puntilla de la red y al palo natural. Imposible para Adán.
El Betis acusó el golpe y San Mamés ondeó bufandas al viento para llevar a los suyos en volandas. Adán respondió a Muniain de nuevo, pero no pudo evitar que el menudo y pícaro jugador navarro cabeceara a puerta vacía un centro picado de Raúl García.
El 2-0 llegó en el minuto 61, tres después de que Joaquín ingresara en el campo por Brasanac bajo los deportivos aplausos de reconocimiento a la figura del portuense.
El ambiente festivo se enseñoreó de San Mamés, pero dos minutos después de ese segundo gol, Kepa Arrizabalaga no blocó un disparo cruzado de Álex Martínez y Rubén Castro volvió a estar en el sitio y en el momento para marcar.
El Betis encontró su asidero y, lejos de hundirse, se vino arriba. Corría el minuto 68 cuando Víctor dio el giro definitivo al curso del encuentro: Rubén Pardo por Petros, Álex Alegría por José Carlos y dibujo 4-4-2, con Joaquín por la derecha y Dani Ceballos en la izquierda, en sus terrenos predilectos. Por dentro, Jonas Martin junto a Rubén Pardo.
Esa acumulación de piezas en la sala de máquinas le dio resultado a los béticos a pesar de que Valverde, con su aguda vista, reaccionara dando entrada a Iturraspe por Raúl García (74’), adelantando a Beñat.
Los balones divididos cayeron a los de las medias verdes, las líneas de pase afloraron. Cejudo empezó a aparecer por la derecha. En una recuperación suya, Dani Ceballos vio que en la media luna del área estaba Rubén Castro con el visor ajustado para el disparo y ningún rival alrededor, pero el canario no conectó la pelota como acostumbra y se perdió en las alturas.
Luego llegó la ocasión de Rubén Pardo, quien hubiera celebrado ese gol con un estímulo añadido, el de su condición de realista. El Athletic sufrió para sujetar esa embestida de orgullo y entereza del Betis, que fue un figurante digno. Eso que ganó Víctor.
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