- El Sevilla derrota al Celta en un partido muy competido y está a un solo paso de su objetivo inicial.
- Ben Yedder rubrica el triunfo para igualar al Atlético en la tercera plaza, con la cuarta a falta de otra victoria más.
El Sevilla atisba ya el paraíso, está a escasos metros de alcanzar una orilla que le promete la máxima felicidad a los suyos. El sufrido triunfo ante el Celta, tan peleado como justo, lo deja muy cerca de la cuarta plaza, el objetivo inicial del curso, tal vez a falta de una sola victoria más, y le permite soñar con la tercera, algo así como el nirvana, pues supondría ser el campeón de los demás. La tropa de Jorge Sampaoli, pese a los negros augurios de su entrenador, se ganó el derecho a disfrutar de este tramo final del torneo liguero y no a padecerlo, ya que los blancos supieron tener la paciencia necesaria para superar a un adversario que se tomó el encuentro como el mejor de los ensayos para su cita con el Manchester United.
Pero fue el Sevilla el que salió vencedor del mismo y lo hizo porque se hizo acreedor a ello con su fútbol. Hubiera sido tremendamente cruel que en la quiniela no hubiera figurado un 1 en el casillero. Basta con el recuento de las oportunidades de gol en ambas escuadras para hallar tres balones a las diferentes maderas que delimitaban la portería defendida por Sergio Álvarez. A saber, Iborra envió un cabezazo al poste tras un centro de Mariano (minuto 22); Escudero mandó un zapatazo con la derecha al larguero tras un regalo céltico después de una buena jugada de Correa (minuto 69); y Nasri lanzó otro obús que se estrelló violentamente con el travesaño después de un paradón del guardameta vigués para que el posterior rechazo no lo pudiera enviar a la red Iborra con toda la portería vacía para él (minuto 74).
Ésos son los datos objetivos del apasionante litigio que se vivió en una noche lluviosa en el Ramón Sánchez-Pizjuán, más allá de las sensaciones de agobio acontecidas en los últimos minutos, cuando un Celta sin nada que perder ya se lanzaba a tumba abierta contra la portería de Sergio Rico. Lo hacía a pesar de estar con un futbolista menos sobre el césped tras la expulsión de Tucu Hernández poco después del empate en el penalti transformado por Iago Aspas. Puntualización trascendental antes de que el relato de los hechos se desvíe hacia otros menesteres, la doble tarjeta amarilla al centrocampista argentino con pasaporte chileno no pudo ser más justa.
Es el resumen, amparado en los hecho objetivos, de un notable partido de fútbol, sobre todo por el nivel de intensidad de ambas escuadras. Cuando ya se centra el análisis en los aspectos más relacionados con el juego en sí, aparece con prontitud un hecho que tal vez tenga muy poco parangón a lo largo de la trayectoria de Sampaoli en el Sevilla. El argentino decidía repetir una alineación inicial, incluido Ganso, y salía contra el Celta con los mismos futbolistas con los que afrontó la anterior cita casera ante el Granada. El planteamiento del argentino resultaba coherente, pues ya dijo que acabó muy satisfecho con el juego de los suyos aquel día y, además, no se trataba de un partido intersemanal pese a que a la jornada lo era. Los suyos habían jugado el viernes y habían tenido descanso hasta el jueves, es decir, lo habitual cuando no existen enfrentamientos por medio.
La idea de Sampaoli era buscar al Celta arriba y a los 27 segundos ya había lanzado Iborra un duro disparo desde fuera del área, pero lo que se encontró fue justo con la horma de su zapato. Berizzo, que ha bebido de las mismas fuentes balompédicas en la fértil escuela de Bielsa, salió con una propuesta casi idéntica y, sobre todo, ahogó a los anfitriones a través de la marca, casi individual, de Wass sobre N’Zonzi. El Sevilla no podía apelar en ese arranque al tradicional posicionamiento del gigante francés entre los dos centrales para sacar al balón por la sencilla razón que hasta allí acudía el danés del Celta para impedirlo.
La partida de ajedrez nacía interesante y una de las soluciones a las que apeló Sampaoli fue a adelantar la posición de Iborra para que peleara los balones aéreos que pudieran sacar desde atrás y propiciara segundas jugadas. Los suyos se colocaron entonces con un dibujo de 1-4-1-4-1, en el que N’Zonzi era el centrocampista de cierre. La otra, mucho más acorde a las ideas del entrenador sevillista, fue que Lenglet se encargara de aprovechar los huecos que dejaba la salida de Wass del centro del campo para conectar con Ganso, Correa, Sarabia y Jovetic en pases rasos o picaditos. El central francés lo hizo perfecto en esa faceta y eso posibilitó la fluidez del juego del Sevilla desde atrás.
Fue una fase en la que los nervioneneses pudieron adelantarse a través del remate de Iborra al poste o de una llegada franca de Jovetic, que fue estorbado por Jonny en su remate con un ligero desplazamiento. Salvo el poste, no era ninguna oportunidad clarísima, pero sí acercamientos con indudable peligro para el Celta.
Y todo iba a variar recién iniciado el segundo acto. Correa volvió a plantarse arriba tras un par de regates a los zagueros rivales y esta vez el remate, con la pierna mala, fue mucho más duro y menos cándido. Uno a cero para el Sevilla y la oportunidad para transmitirle al Celta que su entrenamiento había acabado, que ya estaba bien. Esto requería dominio del balón, pero lo que llegó entonces un penalti de lo más inocente de Lenglet a Guidetti. Aunque también hay que estar decidido a cobrarlo por parte del juez.
Todo volvía a estar como antes para variar, casi de manera definitiva, apenas tres minutos después, cuando Tucu Hernández midió mal ante N’Zonzi y cometió un derribo que conllevaba la segunda tarjeta de manera inexcusable. Quedaba mucho por delante y sólo era cuestión de paciencia para los sevillistas, además Sampaoli metió más madera en el fuego con Nasri y los suyos ya dominaron completamente la situación, entre otras cosas porque Ganso tenía todo el espacio del mundo para hallar las líneas de pase hacia los puntas. Y entre el brasileño y Nasri las combinaciones eran constantes.
Eso sí, el partido pedía a gritos la entrada de Ben Yedder para agitar la lata de manera definitiva. Tardó Sampaoli en considerarlo oportuno, pero lo hizo con el tiempo justo para que una internada de Nasri fuera rematada por su compatriota en el lugar en el que deciden los buenos delanteros. Pese al sufrimiento final, en el que influyó sacar del campo a Ganso cuando era fundamental el control del balón, los tres puntos se quedaban en Nervión y con ello la posibilidad de alcanzar esa orilla en la que espera el paraíso. El Sevilla y el Atlético están igualados a puntos y los rojiblancos tienen motivos para distraerse con su derbi en las semifinales de la Champions. Es cuestión de que el Sevilla no lo haga para llegar a ese nirvana que es ganar la Liga de los demás.
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