El Eibar se encontró con la inesperada oferta que ofreció Ocón Arráiz en pleno Black Friday. El colegiado marcó el destino del partido con una rigurosa expulsión de Piccini al cuarto de hora y condenó al Betis a un día oscuro y poco productivo. Pedro León rentabilizó esa falta de castigo excesivo y Enrich amplió diferencias. Los andaluces no le perdieron la cara al partido pero el tanto de Rubén Castro fue la única ganga que encontraron en Ipurua. Los puntos, sin descuento alguno, se quedaron en casa.
El chollo en este viernes de rebajas lo encontró el japonés Inui. Con la picaresca de la señora que revuelve entre una montaña de ropa para encontrar la prenda de saldo, el extremo rascó la jugada perfecta, en lo que a términos de rentabilidad se refiere. Fue al suelo en la pelea con Piccini y Ocón Arráiz firmó el cupón descuento para el Betis. Le restó un jugador y permitió que el Eibar jugase en superioridad el resto del partido. Era, por cierto, el minuto 16 de partido.
El partido se desarrolló como consecuencia de esa acción. Porque en ese forcejeo que el colegiado entendió por falta nació el primer gol armero. Pedro León sacó la mirilla y apuntó lejos del alcance de Adán. Comenzaba el viernes negro para el Betis. El asunto se puso aún más oscuro cuatro minutos más tarde. En pleno proceso de reconstrucción, esta vez fue el equipo de Víctor quien estaba de saldo. En un balón cruzado de Inui, Enrich se llevó el segundo chollo de la noche. Le robó la cartera a Bruno y se anticipó a un Adán timorato para empujar el balón a la red.
A ese carrusel de regalos se sumó el propio Víctor, que optó por sacar a Joaquín del campo para dar entrada a Cejudo. Una decisión que ofreció aún mayor tranquilidad al Eibar, que dominó a placer hasta el paso por vestuarios. Con las incorporaciones de un omnipresente Luna y un incisivo Inui, el equipo de Mendilibar pudo y debió cerrar el partido mucho antes.
Rubén Castro también encuentra chollos
Se rearmó el Betis y acabó entrando en un partido que parecía resuelto desde ese primer tiempo. Tan fácil lo veía el Eibar que sesteó hasta que terminó siendo arrastrado por esas gangas de última hora. Del tercer tanto que Inui desperdició ante una mano milagrosa de Adán al 2-1 que levantó a la afición armera, inquieta, de sus asientos. Rubén Castro, que permanecía adormecido por las incomrpensibles decisiones de Poyet, encontró en una cesión errónea de Lejeune el motivo para seguir creyendo. Fusiló a Riesgo y devolvió al Betis al partido.
Fue un mero espejismo. Las piernas flaqueaban y el Eibar se despertó sobresaltado por las nuevas circunstancias. En un contragolpe, ya en tiempo añadido, Kike García echó el cierre definitivo al encuentro con un cabezazo a placer. Y ahí se acabó la tarde de los regalos asequibles para todos los bolsillos. Los del Eibar se siguen llenando de puntos mientras que los del Betis encontraron un nuevo agujero que les obligará a apretarse de nuevo el cinturón. La temporada se antoja larga.
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