Hace tres meses tomé un avión apresuradamente para venirme a Barranquilla y no pasar el encierro de la pandemia solo en Bogotá
En El Dorado comencé a escuchar los primeros slogans de la enfermedad. De esta saldremos fortalecidos, juntos la vamos a vencer, cuando esto pase seremos un mundo y una sociedad mejor.
Tristemente la pandemia ha servido para mostrar lo peor del ser humano y permítanme dudar que las frases de hace 90 días, olvidadas ya, se puedan utilizar hoy. También, la pandemia ha servido de escenario, en los medios, de una oposición insensata en la Dimayor de parte de 11 equipos chicos (a excepción de Santa Fe) que casi llevaron (por la permanente difusión de noticias falsas y dramáticas) a que el país creyera que estábamos ante una inminente hecatombe.
Sumado lo anterior al exceso de protagonismo y declaraciones del ministro Lucena y a la lentitud del Ministerio de Salud (que no del ministro Ruiz) hicieron el efecto de pensar que “fútbol este año no habrá”.
Hubo una confabulación de arúspices para anunciar la mala noticia que nunca llegó. Casi dos meses después, el protocolo, el decreto y todos los aditamentos del papeleo tradicional colombiano, Junior y el fútbol nuestro regresarán a la actividad de la que dependen unas 50 mil familias, de manera directa e indirecta, punto álgido que los opositores nunca tuvieron en cuenta.
Aunque, es apenas la cuota inicial del desarrollo del protocolo, regresar a la actividad a través de los exámenes médicos y entrenamientos, ya es un avance hacia el 16 de agosto cuando volvería la competencia. Ahora, viene el tema de aprobar qué hacer con el torneo que se inició y el segundo del año.
Los 25 clubes que se reunieron hace poco, para dar un espaldarazo a la institucionalidad, tienen las 2/3 partes que se necesitan para el cuórum que les permite deliberar. Esperemos que los que callaron en buen momento para no seguir entorpeciendo y los que han puesto palos a la rueda dejen de hacerlo para volvernos a reunir alrededor del fútbol…
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