El argentino decide los tres puntos en el estreno de Quique Setién al frente de un Barça que da los primeros síntomas de mejora en cuanto al juego colectivo y las sensaciones, pero que echa en falta el gol.
Para algunos supo a poco, y para otros fue el primer indicio de un nuevo Barça con aires nostálgicos. El primer partido de Quique Setién como entrenador del FC Barcelona se había implantado en el imaginario culé como un universo paralelo a lo que se había visto en los últimos tiempos en un Camp Nou necesitado de magia y asombro, y quedó en un pequeño esbozo de lo que el cántabro quiere devolver a su nueva parroquia. El "nuevo" Barça mostró algunos retoques respecto a la era de Ernesto Valverde, pero reafirmó también automatismos pasados, como la dependencia hacia Leo Messi. Bendito problema. La supremacía del argentino volvió a dar los tres puntos en un partido que a pesar de evidenciar ciertas mejoras estéticas y prácticas, pedía a gritos su presencia para derrocar el aguante del Granada.
Mismos nombres, síntomas de mejora
Tras los primeros días de Quique Setién en Can Barça, pocos pronósticos auguraban el once que saltó a un frío y expectante Camp Nou. Como en la carta a los Reyes, todo barcelonista había pedido su once para la primera velada de su nuevo anfitrión, disipando una remodelación casi absoluta del dibujo que lo sucedía. El trivote inicial formado por Sergio Busquets, Rakitic y Arturo Vidal, invitaba a viejos recuerdos, y anticipando el dejà vu, hacía en parte rebajar el estado de euforia del culé. Pero en la práctica sí surgieron efecto las primeras inyecciones del Setién y los suyos sobre el mismo equipo que una semana atrás despedía a su técnico. No tardaron en verse las primeras señas de identidad que muchos esperaban en forma de nombres. Desde la colocación inicial se disipaban los primeros indicios de un Barça más profundo, con los carriles libres para la velocidad de Ansu Fati y Jordi Alba, que adueñándose de la banda izquierda dejaba en tres integrantes la línea defensiva. Y tras el pitido inicial, tomó forma la propuesta de Setién.
La salida del balón, la presión alta y la profundidad en las bandas, primeras señas de identidad de la "era Setién"
La paciencia en la salida del balón, la presión alta o la reconversión de Leo Messi como falso nueve, eludían a automatismos propios de Pep Guardiola o Johan Cruyff. Sergio Busquets volvió a imperar en la medular, apropiándose de más balones que nadie para compartirlos al primer toque con sus escuderos Ivan Rakitic y Arturo Vidal. El espejismo de los primeros quince minutos se mantuvo a lo largo del resto del encuentro, eso sí, a una menor escala. El Granada esperaba atrás, cerrado de manera inmaculada a la espera de una recuperación rápida para salir a la contra. Un contraataque que dejaba en nada el conjunto culé, con Griezmann a la cabeza, sediento por hacerse de nuevo con el esférico. El francés exprimió al máximo sus capacidades de presión en los primeros instantes, ganándose la ovación del público. Sin embargo, el juego de toque mejorado que exhibía el Barcelona resultó en tramos del choque más plano de costumbre, y el equipo acusó la falta de determinación arriba a pesar de las constantes llegadas a la meta contraria.
Tres puntos de Messi y premio para Riqui Puig
El Barça había denotado en el primer tiempo ciertos matices de mejora, como la recuperación rápida del balón o la paciencia a la hora de triangular al primer toque para generar espacios. Pero en medio de esa recuperación de la esencia, se echaba en falta cierta profundidad y decisión a la hora de llegar a portería. Las virtudes se mantuvieron a lo largo de todo el encuentro, con Sergio Busquets recuperando su condición de líder en el centro del campo, encontrándose cómodo junto a un liberado Leo Messi y combinando a su antojo. Por su parte, Arturo Vidal pareció contrarrestar su espíritu gamberro para explorar nuevas sutilezas al lado de Busi. Arriba, Ansu Fati, que vio como se le echaba el partido encima con el paso de los minutos, ejercía de revulsivo, tratando de encarar el área rival con ese desparpajo que enamoró a Valverde. El Granada se mostró sólido pese a las combinaciones efectivas del conjunto azulgrana, y tuvo en la segunda mitad una nueva campanada en sus pies. Se topó, sin embargo, la madera entre Eteki y un Ter Stegen que respiraba aliviado en la noche de su regreso, en la que apenas tuvo trabajo.
Una combinación iniciada por Riqui Puig y culminada por Messi decantó la balanza a favor del Barcelona, que puso echó de menos un nueve puro
El juego culé se fue diluyendo con el paso de los minutos frente a un Granada ordenado y bien plantado, que se encargó de delimitar el terreno de Leo Messi. Eso sí, dinamitó el conjunto de Setién los porcentajes de posesión, acaparando el 83% y superando la cifra de 1.000 pases, inaudita desde los tiempos de Pep Guardiola. La expulsión de Germán tras ver la doble amarilla debilitó definitivamente al conjunto rojiblanco, que vio en el ingreso de Riqui Puig al terreno de juego su perdición. La entrada del canterano, aplaudida por todos, propició el despertar del Barça, que encontró en el de siempre, Leo Messi, la luz al final del túnel. El argentino decidió con un remate de primeras tras una combinación memorable, y batía a Rui Silva. El gol del Barcelona se inició en una recuperación en el vértice del área por parte de la osadía de Riqui, que devolvió la confianza al cuerpo técnico cuajando un admirable tramo final. Quizás fue el viento lo que privó a Quique Setién de agrandar su primer triunfo como entrenador culé, pero lo cierto es que esté quien esté en el banquillo, es Leo Messi quien sustenta a este Barça, que, con algunos brotes verdes, comenzó a trazar el camino de una nueva era.
Nenhum comentário:
Postar um comentário