Correr detrás de una pelota, sacarse de encima a un rival, mandar un “caño” y sentir ese particular sonido del estadio cuando alguien es humillado dentro del campo de juego. Tirarse al piso y hacer esa barrida que salva un gol, agarrarla desde afuera del área y que el palo diga que todavía no, encontrarse un rebote a un metro del arquero y mandarla al fondo de la red casi que por accidente, lograr la hazaña impensada con un equipo chico o alcanzar la gloria con los grandes del fútbol local. La mayoría de estas cosas, por no decir todas, las consiguió Jhonny Ramírez en sus 17 años de carrera deportiva jugando para Envigado, Real Cartagena, Boyacá Chicó, Millonarios, Júnior, Cúcuta, Cortuluá y Leones.
Desde que llegó a Envigado, luego de hacer un excelente torneo en el Pony Fútbol de 1995, en el que fue goleador, empezó a mostrar un gran talento como volante creativo. Seis años después, Ramírez llegó al plantel profesional del club naranja en una posición nueva, ya que Jonathan Estrada ocupaba el puesto de mediocampista ofensivo y él tuvo que asumir un lugar unos metros más atrás y con mayor responsabilidad defensiva. Un día antes de su debut, llegó tarde a una práctica y su entrenador, Hugo Castaño, decidió castigarlo y hacerlo esperar un año más para el ansiado estreno en primera división.
Luego de cinco años con el cuadro antioqueño, Jhonny pasó al Real Cartagena en 2007. Para 2008 arribó a un club que cambió su carrera. Bajo las órdenes de Alberto Gamero, firmó con el Boyacá Chicó en el primer semestre de aquel año. “Cuando llegue, a Gamero no le gustaba mucho como jugaba y me sentó por varios partidos”, recuerda el antioqueño de 36 años.
En los cuatro años que compartió con Gamero, consiguió un lugar en el equipo y forjó una gran amistad con el samario. Algo que lo marcó del entrenador fue que después de un entrenamiento, en el que Jhonny se lesionó previo a un partido en Medellín, el técnico lo visitó en su casa y le preguntó si podía jugar: “le dije que estaba tironeado, que no podía caminar y mucho menos jugar”. Pero su entrenador lo necesitaba. “No, mi llave, nos vamos para Medellín y juegas”. Ramírez estuvo en el encuentro en la capital paisa y jugó medio tiempo caminando, pero ordenando a su equipo y cumpliéndole al profe.
Jhonny Ramírez pasa la cuarentena junto a su familia. / Instagram: jhonnyramirez30
Luego de pasar por Millonarios —conjunto en el que fue fundamental para conseguir la estrella 14, y Júnior de Barranquilla—, en los últimos tres años estuvo por tres clubes distintos: Cúcuta Deportivo, Cortuluá y Leones. Siempre lejos de su familia y teniendo que hacer un esfuerzo extra para verlos. Al finalizar cada compromiso, Ramírez viajaba hasta la capital antioqueña para ver a su hijo y a su esposa por unos días, antes de regresar a los entrenamientos. Para alguien de su edad las prioridades habían cambiado. Tantos viajes, entrenamientos, concentraciones y partidos no eran lo mismo, y empezó a sentir lo que fue perderse ocasiones especiales junto a sus seres queridos.
“Perderme Halloween con mi hijo, su cumpleaños, el de mi esposa y pasar el mío solo ya no era bueno para mí. Me empecé a agotar psicológicamente del fútbol”, asegura Ramírez. Además de su familia, el futuro de Jhonny estaba en juego. Se certificó como técnico en la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA) y está terminando su carrera como profesional deportivo en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, en Medellín. Un niño que creció con la época dorada del fútbol colombiano de los años 90 conseguiría un título histórico con el Boyacá Chicó y otro con Millonarios. Desde el 8 de abril de 2020, Jhonny Ramírez es un mortal más que disfruta del fútbol desde afuera de las canchas, en las que supo sufrir, siempre entregado a no dejarse vencer.
Desde que llegó a Envigado, luego de hacer un excelente torneo en el Pony Fútbol de 1995, en el que fue goleador, empezó a mostrar un gran talento como volante creativo. Seis años después, Ramírez llegó al plantel profesional del club naranja en una posición nueva, ya que Jonathan Estrada ocupaba el puesto de mediocampista ofensivo y él tuvo que asumir un lugar unos metros más atrás y con mayor responsabilidad defensiva. Un día antes de su debut, llegó tarde a una práctica y su entrenador, Hugo Castaño, decidió castigarlo y hacerlo esperar un año más para el ansiado estreno en primera división.
Luego de cinco años con el cuadro antioqueño, Jhonny pasó al Real Cartagena en 2007. Para 2008 arribó a un club que cambió su carrera. Bajo las órdenes de Alberto Gamero, firmó con el Boyacá Chicó en el primer semestre de aquel año. “Cuando llegue, a Gamero no le gustaba mucho como jugaba y me sentó por varios partidos”, recuerda el antioqueño de 36 años.
En los cuatro años que compartió con Gamero, consiguió un lugar en el equipo y forjó una gran amistad con el samario. Algo que lo marcó del entrenador fue que después de un entrenamiento, en el que Jhonny se lesionó previo a un partido en Medellín, el técnico lo visitó en su casa y le preguntó si podía jugar: “le dije que estaba tironeado, que no podía caminar y mucho menos jugar”. Pero su entrenador lo necesitaba. “No, mi llave, nos vamos para Medellín y juegas”. Ramírez estuvo en el encuentro en la capital paisa y jugó medio tiempo caminando, pero ordenando a su equipo y cumpliéndole al profe.
Jhonny Ramírez pasa la cuarentena junto a su familia. / Instagram: jhonnyramirez30
Luego de pasar por Millonarios —conjunto en el que fue fundamental para conseguir la estrella 14, y Júnior de Barranquilla—, en los últimos tres años estuvo por tres clubes distintos: Cúcuta Deportivo, Cortuluá y Leones. Siempre lejos de su familia y teniendo que hacer un esfuerzo extra para verlos. Al finalizar cada compromiso, Ramírez viajaba hasta la capital antioqueña para ver a su hijo y a su esposa por unos días, antes de regresar a los entrenamientos. Para alguien de su edad las prioridades habían cambiado. Tantos viajes, entrenamientos, concentraciones y partidos no eran lo mismo, y empezó a sentir lo que fue perderse ocasiones especiales junto a sus seres queridos.
“Perderme Halloween con mi hijo, su cumpleaños, el de mi esposa y pasar el mío solo ya no era bueno para mí. Me empecé a agotar psicológicamente del fútbol”, asegura Ramírez. Además de su familia, el futuro de Jhonny estaba en juego. Se certificó como técnico en la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA) y está terminando su carrera como profesional deportivo en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, en Medellín. Un niño que creció con la época dorada del fútbol colombiano de los años 90 conseguiría un título histórico con el Boyacá Chicó y otro con Millonarios. Desde el 8 de abril de 2020, Jhonny Ramírez es un mortal más que disfruta del fútbol desde afuera de las canchas, en las que supo sufrir, siempre entregado a no dejarse vencer.
Nenhum comentário:
Postar um comentário