Aparte de los ocho españoles (Carvajal, Nacho, Ramos, Isco, Lucas Vázquez, Asensio, Brahim y Mariano), la nacionalidad dominante en la plantilla del Real Madrid es la brasileña. Nada menos que seis (Marcelo, Militao, Casemiro, Vinicius, Rodrygo y Reinier), que están por delante de los franceses (Varane, Mendy, Areola y Benzema) o belgas (Courtois y Hazard), balcánicos (Modric y Jovic). Pues bien, el grupo de los brasileños suele ser el gran animador de la convivencia diaria en Valdebebas, con ese carácter extrovertido que siempre los convierte en dinamizadores del ambiente del grupo. Pero en los últimos días las habituales bromas están dando paso a gestos y caras de preocupación. La razón está en la pandemia del coronavirus.
En Brasil la pandemia se ha desatado en las últimas horas, hasta el punto de que ya es el segundo país del mundo con más afectados por la COVID-19, con 498.000 contagiados, dejando atrás a Rusia (406.000) y Gran Bretaña (273.000). Y en el recuento de víctimas ya marcha Brasil en cuarto lugar en el mapa mundial, con 28.834 fallecidos, dejando atrás los 27.125 de España y los 28.771 de Francia, y sólo por detrás de los 105.000 de Estados Unidos, los 38.376 de Gran Bretaña y los 33.340 de Italia.
Esta escalada brutal (no hay que olvidar que hace un mes el virus estaba empezando a aparecer en Brasil cuando en España ya había pasado lo peor), ha hecho que el grupo de los brasileños estén buena parte del día colgados al teléfono para tener información sobre el drama que se está viviendo en su país. No hay que olvidar que Marcelo, Militao, Casemiro, Vinicius, Rodrygo y Reinier tienen allí muchos amigos y familiares y es normal su estado de inquietud. Su esperanza es que, al igual que han visto que sucedió en España, pronto se alcance el pico de contagios y la curva pueda empezar a bajar lo antes posible. Algo que, por desgracia, no ha sucedido ni tiene visos de hacerlo a corto plazo.
Vinicius ya envió hace unas semanas alimentos para el barrio humilde en el que creció y Casemiro está en varias organizaciones que luchan contra el hambre infantil. Ellos viven ahora más tranquilos en Madrid por la desescalada que progresivamente va normalizando la situación en la capital y el resto de España, pero no son ajenos a lo que está sufriendo el país que les vio nacer.
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